Ahora, estoy trabajando para mi padre en su asesoría fiscal.
En definitiva estoy sustituyendo el lugar omnioso que mi hermana Celia, ocupaba hasta haber pedido la baja por embarazo deseado.
Y señores, me hallo ante una inmensa nada.
Porque en fin, se un poco de números: dos y dos son 5, la raíz cuadrada de mil ciento noventa y cuatro son 197...., y por otro lado, sé un poco de humanidad: ningún ser humano le agrada pagar a hacienda; y que todos los clientes de mi padre, les da por coleccionar pequeños papelitos que las tiendas les dan cuando compran algo, e imagino que todos ellos sienten un desprecio odioso por esos papelitos, porque me los entregan arrugados, manchados y malolientes.
Pero es lo que mas me gusta, atenderles, ya sea personalmente cuando se presentan en el escritorio y les hago esperar en la antesala del caos, o cuando les tranquilizo por teléfono, cuando desesperados dicen haber recibido una carta de hacienda.
En fin, acepto mi ignorancia temporal, sin embargo no comprendo ciertas cosas, como: el que ciertas personas no entiendan una pequeña frase : Asesoría Román, dígame?.
El no saber escuchar, vuela incansablemente por el mundo.
Esta afirmación tan severa es porque acabo de mantener una conversación por teléfono algo absurda :
Una mujer marca el número de la asesoría, Marina lo coje y dice:
‘’Asesoría Román, dígame?
Ella: mire soy la señora mignon?, rajoy?, pinon?...( no entendí el nombre)
Vamos a ir a comer para allá.
Marina se quedó en blanco, miró a su alrededor, y pensó algo apurada: que les doy de comer?, un par de papelitos en su tinta?.. y qué tinta… la negra, roja...fluorescente? o unas colillitas?.
Me lo creí. Imaginé a esa señora vestida con una blusa azul, falda blanca, zapatos negros medio tacón, collar de perlas, y pendientes a juego, (aunque el derecho lo sostenía en la mano), a punto de picar a la puerta de la asesoría de mi padre, dispuesta a comer.
Debí decir en voz alta: perdone hoy no me va bien, porque la mujer, se volvió a presentar, pero esta vez con un tono exaltado algo indignada, como si se tratase de esas personas que dicen siempre: Ud. no sabe con quien está hablando.
En fin, volvió a decir su nombre y otra vez no la entendí ( al menos, si se quitara la saliva de la boca, la entendería mejor, menos pensar en berberechos con zumo de limón y mas pensar en escuchar lo que le dije: Asesoría Román, dígame).
Como los silencios ayudan en las tareas de incomprensión, la mujer colgó-
Es normal, van a dar las 2.
Creo que está bien que de vez en cuando no nos entendamos, y que surjan estos malentendidos graciosos, pero al menos pensemos en encadenar bien las palabras.
Por cierto ¿ qué voy a comer hoy?.