02 marzo 2009

cómo sobrevivir a los 30

Sólo una página
Existe en mi mente una escalera imaginaria que sube, baja y jerarquiza nombres. Algunos, pasaron hace tiempo esa etapa y, se clasificaron directamente en la categoría de Amigos. Otros pasaron de ser conocidos a colegas. Otros de colegas a amigos en situación” stand by” y otros suben y bajan escalones. Soy así.
Esos nombres son los vuestros. Personas con nombres.
Seguramente la suerte podrá hacer que algún día os conozcáis sin que yo esté por medio. Y si no es así, comprenderéis que todos somos diferentes y , que aunque os tenga en las misma escalera mecánica, posiblemente nunca pararías al mismo tiempo el botón llamado” oye marina, este amigo, colega o conocido tuyo me cae muy bien, para esto y vamos a quedar los tres o los dos”. Pocas veces ha ocurrido eso, y si ha pasado el botón llamado “repeat” no ha sonado.
Por eso, sigue en movimiento la escalera, aunque por un momento la pararé, porque hoy encontré una afición común a todos: la lectura.
Sé que existen diferentes tipos de lectores: el solitario niño de los comics y el picante niño del Jueves, el que lee la composición de las recetas, el de las instrucciones de “ Móntatelo con Ikea”, otro torturado por la vida lee la versión moderna de “crimen y castigo”, otro lee las contraportadas de los cds buscando ...ni siquiera él lo sabe, otra lee el quijote por quinta vez, otra lee los ingredientes de las galletas “Con estas cagarás mejor. Cagarela”. Y el resto del mundo, muchos de nosotros, leemos eso y hasta la línea que hace un bolígrafo, pongamos que bic.(Otros son de pillot. Yo soy de bic y de ninguna parte).Pues querido lectores, sobre todo queridos, a los que no habéis decaído con mi peculiar momento y, que pedís a gritos ¡Cuéntame la historia Marina!,¡cuéntala ya!.
Va benne... La historia es verídica, sucedió hoy Viernes 31 de Octubre.:

sólo una página.
Con la emoción, sólo he podido leer una página.
Bien, estaba en mi casa, leyendo la lluvia y tomándome un café con leche de narices. De narices, porque lo bebía en una taza con una nariz que anuncia infusiones. Ahí queda eso( me la regaló mi tío Domingos de Porto).
Sonó el teléfono y era Clara, un nombre de amiga. Hablamos y apareció mi madre quién empezó a hablar sin darse cuenta que estaba hablando por teléfono. Interrumpí a Clara y con un hasta luego y una sonrisa me despedí de mi madre que me decía que se iba.
Cuando mi conversación con Clara acabó entre risas y palabras, mi madre aparecía por el salón.¿pero no te habías ido, mamá?... y ahí empezamos a hablar de otras cosas sin yo prestar atención a la pregunta que había formulado.
Pasó una hora, y mi madre me propuso de ir con ella a un lugar. Mmm... yo renegaba y empecé un monologo de besuga: “ pero mamá es que llueve. Vamos en metro?. No, no( me interrumpía a mi misma), vamos en moto que es más rápido. Claro, pero si llueve como esta mañana... No, no... vamos en metro (...) no, no, vamos en moto, metro si, moto no, suben las banderas, baja el colesterol, arriba la arruga, abajo los anticelulíticos... en fin, le digo a mi madre: VAMOS EN METRO.
Minha mâe e eu, en metro. Y quizás, por ese monologo absurdo de besuga, o por las casualidades de la vida, al llegar al metro, al sentarme en el primer banco de espera de la línea “encants” que encanto para mis ojos, veo algo rojo brillar.
Qué será? Una caja de bombones, una compresa(no sería de extrañar...en los mares siempre hay) o será... eso, del que sólo he podido leer una página.
A la niña bonita que lleva gafas pero que no ve ni un pijo, le ha tocado el gordo: Un libro.
¡¡¡En el suelo había un libro!!!.
Miro alrededor por si veo cámaras o corrillos de gente...y pienso en las consecuencias de coger el libro:” va a ser mala suerte que a ese grupo de ahí se le haya ocurrido poner diez petardos enganchados al suelo y, que al cogerlo el libro explote entre mis manos, dejándome sin dedos. Y que encima esa banda se llame Si no hay manos no hay libro”.
En fin, estaba claro que podía más mi coherencia que mi inteligencia y, así pues, lo cogí, claro.

Mi madre me mira. Y yo, sin abrir el libro, se lo enseño: ¡Mira que he encontrado!. Encontrar un libro, no es lo mismo que tener libros. Encontrar algo tiene cierto encanto.
Ni siquiera había podido leer el titular del libro porque el rojo me cegaba.
Entonces mi madre leyó por mi” sobrevivir a los 30”. (el encanto perdió algo, pero bueno...)
Lo leo vuelvo a leer y abro el libro.
Jajajaja. En la primera hoja del libro hay escrita una nota en inglés y otra en italiano, que más o menos viene a decir: “hola! estimado lector, ahora estoy en tus manos. Aprecias la lectura (...) Este libro tiene un código, y si quieres puedes ir a xxxx web y dejar tu opinión sobre el libro y donde lo encontraste. Cuando acabes de leerlo, déjalo donde tu creas”. Más o menos dice eso.

Quizá, el que alguien un día me contara que había gente que dejaba libros en diferentes lugares de ciudades para que otros los leyeran, no me pareciese verídico, hizo que mi encuentro con este libro de titular asustadizo en cierto modo, e imaginar la persona dejando ese libro en el suelo... ha hecho que la emoción y mi imaginación no me hayan permitido leer más que una sola página.

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