El amor que siento por mis sobrinas es medible con esa técnica inmesurable que de pequeños todos o casi todos hemos utilizado alguna vez.
Me refiero a aquella que consiste en extender las manos con sus respectivos brazos hasta alcanzar el infinito. Y que según la pregunta, respondías con mayor o menor obertura de manos-brazos.
Cuando querías algo o a alguien mucho, evidentemente, te retorcías de dolor-risa abriéndo y estirando los brazos como si abrazases al hombre invisible más orondo del mundo.
Por eso, si mis sobrinas me preguntan: tita, ¿cuánto me quieres? mis brazos se convierten en goma para extender sus brazos como una mariposa con gigantescas alas. Así es como yo quiero a mis dos princesas. Hasta el infinito y más allá. Son mis pin y pon., mis darlings, mis pequeñas monstruos.
El futuro de la saga román leite.
Quizás no sea nunca madre, mami, mamá, mâe... pero de lo que si tengo certeza, es que gracias a ellas estoy llena, redonda y pletórica de felicidad por ser la tita Marina. La que juega, ríe, llora, inventa, crea, guerrea, pelea, divierte, y siente que la vida con ellas es mucho mejor.
¿Cuánto me quieres tú?
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