14 abril 2010

adiós peter pan

me recuerdo de pequeña, sentada en las piernas de mi padre, aullando como una loba y diciendo: yo no quiero hacerme mayor. Mi padre me consoló diciéndome que aún era muy pequeña, y no mentía porque debía tener unos 6 años; sin embargo yo me refería a aquello de tener la regla, porque tenerla significaba oir aquella sentencia de: ya se nos ha hecho mayor la niña.
Temerosa del cercano acontecimiento, a los once años pedí dejar de hacer natación espantada por la idea de que me viniese en plena piscina y que las aguas se tintaran de rojo escarlata. Ya tenía suficiente con pensar que tras esa ventana subacuática había un tiburón que cada vez que pasaba por delante abría su poderosa mandíbula, lo cuál me hacía nadar muy rápido y ganar alguna que otra carrera individual.

Al final, tener la regla no fue lo que las fábulas habían contado, en mi caso ni fue doloroso ni fue un charco de sangre, cuando a mi me vino la regla pensé que me había cagado encima. Así que por pensar así, supe que no me había hecho mayor. Yo era incapaz de entender frases tipo: " juventud, divino tesoro" o ese suspiro de frase " cómo pasan los años, eh!".
A todo eso no le veía ningún sentido, no tenía esa sensación de velocidad, al contrario mi vida pasaba lentamente, y estaba convencida que aquellos polvos brillantes metidos en una frasco con la cara de campanilla, que compré en mi primer viaje a London con mis padres en la Walt Disney Store hicieron efecto en mi persona, y que sería pequeña forever and ever.

Ahora noto pasar el tiempo con su motor imparable, reparador y destructor en algunos casos, ahora veo envejecer a las personas que antes eran maniquis , veo la soledad y medito sobre ese pensamiento de esas personas que lo único que esperan es que la muerte les venga a recoger tranquilamente y sin dolor. Quizás me hice mayor cuando Lute, el Jack destripador de los perros, destrozó ese frasco de campanilla y llenó toda la habitación con polvos purpurina. Sí, me hice mayor tarde, alos 29 o 30 años.
Quién sí es mayor y desde hace ya unos 60 años, es mi avó Celia de Oporto.
En Agosto soplará 95 años y aunque sigue menguando de estatura sigue siendo alta y esbelta, con sus cabellos blancos dorados algo ondulados, aunque ella se lo peina para atrás alisándolo y crespándolo como si hubiera puesto los dedos en un enchufe. Con sus ojos verdes, esas orejas grandes y ese dedo índice doblado.
En el fondo del armario de mi avó, nunca nunca nunca verás un pantalón, ella suele vestir faldas o trajes de colores grises, negros , blusas y jerseys blancas, negras y alguna rosa o violeta.
Tras el fallecimiento de mi avô lucio el color negro por muchos años y se escandalizaba a regañadientes si los demás vestíamos colores. Esto fue tema de discusión entre mi madre y yo, cuando me disponía a pasar un mes de verano en casa con avó y me negué a vestir sólo ropa negra.
Los góticos no hubieran tenido ningún problema, pero yo argumenté que eso no era señal de falta de respeto, que el duelo, se llevaba por dentro.
Mi avó tiene un gran sentido del humor, una gran tenacidad, tozudez, constancia y aunque le cuesta expresar sus sentimientos relacionados con amor, te prometo que cuando lo hace, cubre por 2 años.
Con mi avó puedes perder los nervios, pero los recuperas porque no hay maldad en nada de lo que hace. Es una persona querida, fofinha, y buena. Le gusta dar paseos acompañada, y cogerse de tu brazo. Le gusta el dinero, las buenas cosas y las cosas sencillas, el jamón frito, el arroz, el feijâo, el queso, las compotas, alguna fruta, las sopas y las patatas chips!. Tiene una voz profunda cuando se enfada pero cuando canta tiene una voz pacífica y bonita, como la de mi madre.
Ha tenido una gran vida, llena de hijos, de lujo, de penurias, de nuevas eras, de cambios extraños, y siempre tuvo una gran capacidad para quejarse al mismo tiempo que se adaptaba.
Estos días, me reí mucho con ella y compruebo que su vida es más sencilla, y que haber dejado atrás prejuicios de la época y la convierten en una persona más feliz y sin más preocupaciones de preparar la comida para o jantar.
"o que tenha que ser será filhinha jajajaja" (ella se ríe a carcajadas mientras hace algo con las manos). Se refería a la muerte. No tiene miedo a lo desconocido, a morir sozinha, sin esa gran manada de hijos que crió y educó.
Qué extraordinaria es la vida y que rara.
Yo resumiría las etapas de mi vida con esta frase culinaria de mi avó:
cozinhas tudo o dia para este momento... que se vai tan ràpido.

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