20 noviembre 2008

ideas encadenadas de hace algunos años


Ahora, estoy trabajando para mi padre en su asesoría fiscal.
En definitiva estoy sustituyendo el lugar omnioso que mi hermana Celia, ocupaba hasta haber pedido la baja por embarazo deseado.
Y señores, me hallo ante una inmensa nada.
Porque en fin, se un poco de números: dos y dos son 5, la raíz cuadrada de mil ciento noventa y cuatro son 197...., y por otro lado, sé un poco de humanidad: ningún ser humano le agrada pagar a hacienda; y que todos los clientes de mi padre, les da por coleccionar pequeños papelitos que las tiendas les dan cuando compran algo, e imagino que todos ellos sienten un desprecio odioso por esos papelitos, porque me los entregan arrugados, manchados y malolientes.
Pero es lo que mas me gusta, atenderles, ya sea personalmente cuando se presentan en el escritorio y les hago esperar en la antesala del caos, o cuando les tranquilizo por teléfono, cuando desesperados dicen haber recibido una carta de hacienda.
En fin, acepto mi ignorancia temporal, sin embargo no comprendo ciertas cosas, como: el que ciertas personas no entiendan una pequeña frase : Asesoría Román, dígame?.
El no saber escuchar, vuela incansablemente por el mundo.
Esta afirmación tan severa es porque acabo de mantener una conversación por teléfono algo absurda :
Una mujer marca el número de la asesoría, Marina lo coje y dice:
‘’Asesoría Román, dígame?
Ella: mire soy la señora mignon?, rajoy?, pinon?...( no entendí el nombre)
Vamos a ir a comer para allá.
Marina se quedó en blanco, miró a su alrededor, y pensó algo apurada: que les doy de comer?, un par de papelitos en su tinta?.. y qué tinta… la negra, roja...fluorescente? o unas colillitas?.
Me lo creí. Imaginé a esa señora vestida con una blusa azul, falda blanca, zapatos negros medio tacón, collar de perlas, y pendientes a juego, (aunque el derecho lo sostenía en la mano), a punto de picar a la puerta de la asesoría de mi padre, dispuesta a comer.
Debí decir en voz alta: perdone hoy no me va bien, porque la mujer, se volvió a presentar, pero esta vez con un tono exaltado algo indignada, como si se tratase de esas personas que dicen siempre: Ud. no sabe con quien está hablando.
En fin, volvió a decir su nombre y otra vez no la entendí ( al menos, si se quitara la saliva de la boca, la entendería mejor, menos pensar en berberechos con zumo de limón y mas pensar en escuchar lo que le dije: Asesoría Román, dígame).
Como los silencios ayudan en las tareas de incomprensión, la mujer colgó-
Es normal, van a dar las 2.
Creo que está bien que de vez en cuando no nos entendamos, y que surjan estos malentendidos graciosos, pero al menos pensemos en encadenar bien las palabras.
Por cierto ¿ qué voy a comer hoy?.

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